Los amantes de la velocidad siempre han visto con recelo el circuito de Mónaco tanto en la F1 como en la Fórmula E, debido a las dificultades que tienen los pilotos para realizar adelantamientos por las características propias de la pista.
El E-Prix del Principado rompió paradigmas con unos 166 adelantamientos entre los corredores participantes de la apasionante serie de monoplazas eléctricos.
Jean-Eric Vergne dictó una masterclass de cronometraje, aplomo y ritmo para atravesar a rivales desde el puesto 22 hasta un último séptimo puesto en la bandera, una ganancia de 15 posiciones que lo vio convertirse en el triunfador de ABB Driver of Progress en Mónaco.
Pocas pistas en el automovilismo mundial presentarían un reto más difícil de hacer lo que hizo el piloto del DS, al subir de cuadrado último y 22 en la parrilla a séptimo – hacer las paces por una penalización en la calificación como infracción de presión de neumáticos dejó tanto al francés como a su compañero Stoffel Vandoorne abandonados de posición en la fila de atrás de la parrilla.
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Gran remontada
El panorama se veía oscuro para Vergne, pero la estrategia del equipo para recuperar sus derrotas quedó clara desde el momento en que hizo una salida conservadora, reaccionando en la primera curva: sobrevivir, ahorrar energía y luego atacar.
Vergne tardó cinco segundos completos en disparar de cero a 100 km/h, casi el doble de tiempo que la generación actual del auto del Campeonato del Mundo de Fórmula E ABB FIA es en última instancia capaz de hacer, y su primera media vuelta de la carrera la pasó haciendo cosquillas en el acelerador.
Usó un poco de fuerza pasando el Mahindra Racing de Lucas di Grassi saliendo del túnel, pero ese fue el alcance de su audacia —al final de la primera vuelta, Vergne estaba un punto porcentual mejor en energía que el líder de la carrera, Jake Hughes de NEOM McLaren.
Esa vuelta inaugural fue un ejemplo extremo de la clave del ascenso de Vergne, más allá de solo ser paciente, ya que tenía velocidad para desplegarse y solo fue cuidadoso cuando la usó.
Por ejemplo, una velocidad máxima razonablemente alta de 195km/h, en comparación con los 182km/h de su compañero Vandoorne que también estaba en la parte trasera de la manada, era necesaria para pasar di Grassi.
Lo cierto es que la carrera total de Vergne en Mónaco representó una cátedra en un circuito que siempre se ha mostrado como una “procesión” de pilotos.